Hoy vamos a hacer masa de pizza. ¿Para qué? Pues para hacer pizza. ¿Que puedes pedirla a domicilio? Sí, pero nuestra imaginación está demasiado perturbada como para conformarnos con lo que ofrecen las grandes distribuidoras y necesitábamos algo mejor, más fino, más resistente y más sabroso. Algo capaz de soportar cualquier cosa que le quisiéramos/pudiéramos echar encima y luego un poco más. Y todo eso sin superar los 3 mm de espesor. ¿Que si lo hemos conseguido? Con creces.
- Las medidas están en volumen porque no tenemos báscula y además así es más fácil.
- Sí, la harina de fuerza y la levadura fresca. No os pongáis tacaños, que la diferencia es abismal.
El punto de equilibrio de la mezcla es tan estable como un péndulo invertido (para profanos: muy muy muy inestable). Mi consejo es que empecéis echando el agua poco a poco hasta que veáis que la cosa mezcla bien y no está muy pegajosa. Esto es importante por lo que viene a continueción.
Si hemos medido mal la proporción (cosa que normalmente pasa, y mucho) la masa será una bestia pegajosa con tendencia a adherirse a nuestras lindas manitas y conviertiendo la tarea de mantener al conjunto harináceo junto en algo cuanto menos arduo. Un buen truco es pringarse las manos de aceite. Otro buen truco es seguir harinando la plasta todo el rato hasta que pierde el interés en ti. Algo inteligente es hacer las dos cosas.
La harina que teníamos en la superficie inicialmente suele pasar que se va a la masa (sobre todo si tiene exceso de agua, y esto, como ya he dicho, suele pasar; mucho) y cuando se termina pues… la masa se pega a la mesa, y eso no mola. Una idea es prestar atención e ir renovando la harina a medida que se gaste; o todo el rato si queremos curarnos en salud.