Sí, suena extraño (y es extraño). Es muy difícil hoy en día (y ayer en día también) encontrar esos brotes de comprensión y derroche por parte de los progenitores sólo para que el hijo crezca y sea (siga siendo) feliz. En mi caso, la mejora más notoria en lo que a calidad de vida se refiere ha sido el salto de un extrarradio entrecomillado por un paseo bastante poco evidente a un centrismo relativo que, traducido en términos económico-temporales, me reporta unos dividendos horarios bastante suculentos. Y os preguntaréis todos, ¿qué hacer con todos esos minutos frescos y chorreantes de espacio? Pues aquí vienen los pequeños inconvenientes del joven emancipado: Mami ya no cocina para ti. Esto puede suponer traumas y desajustes metabólico-intestinales más o menos graves dependiendo del sujeto y las habilidades culinarias del chef en funciones de su (ahora) antiguo hogar, por lo que hay que tener cuidado. A la vista del blog en el que os encontráis podríais pensar que iba a estar llorando durante días y días bajo mi nuevo edredón mientras telepizza saciaba mi gourmetizado apetito, pero no hay cosa más fuerte que el ADN, y de tal palo, tal cuchara:
¡Nos vamos de casita!
Me han dado un solomillo de cerdo de casi medio kg, somos dos en casa y tengo antojo de entrar por la puerta grande en el estómago de mi recién estrenado flatmate, así que mejor hagamos algo vistoso… ¿Unos solomillos a la pimienta verde? A ver la receta: solomillos, nata líquida, cognac, pimienta verde, pimienta negra, sal, aceite, ajos, bla, bla, bla… A ver qué hay… Esto sí, esto no… Esto me lo invento, esto no hace falta…
Ingredientes para 2 personas:
-Un solomillo de medio kg
-200 ml de nata líquida
-Un chorrazo de vino tinto (si es de pueblo, mejor)
-Un vaso del mismo vino tinto
-Un chorrazo de aceite
-Pimienta de colores
-Una pizca de sal
-Un diente de ajo
-Hierbecitas para el arroz
-El arroz propiamente dicho
-Un delantal
Preparación:
Lo primero, echarse un chato de vino para empezar a educar la glotis por lo que pueda pasar (imagínate que se tuerce la cosa y sale incomible. Mejor no darse cuenta). Una vez hecho esto, echar un chorrín de aceite en una olla y dorar el diente de ajo en láminas hasta que se ponga moreno. En ese punto, lo recomendable es echar el arroz, el agua (2 vasos de lo uno y 3.5 de la otra, que nos gusta al dente), sal y hierbas al gusto. Mi historia fue un poco distinta porque en realidad eché el agua en 3 tandas con sendas probatinas intercaladas y en la de en medio cayeron la sal y las hierbas (tomillo y orégano. To rico) porque me di cuenta de que estaba realmente soso. Vosotros hacedlo como se debe, ¿eh? No jodamos…
Cuando el arroz ya está en camino, ponemos una sartén con aceite a todo lo que da la vitro y mientras, hacemos medallones con el solomillo del tamaño de un dedo gordo (del mío). Cuando la sartén coge humareda, echamos los medallones hasta que se doren sustanciosamente (la palabra no existe, pero está sabrosísima) por ambas caras, sacamos, espolvoreamos con sal y pimienta, reservamos y le ponemos una velita a la virgen para que no se enfríen demasiado.
Sin perder de vista el arroz le damos un tiento al chato si con el estrés nos habíamos olvidado de él y abrimos el brick de nata con ojo de que no se escape volando. Una vez tengamos dominada la situación, echamos la nata en la sartén de los medallones para que coja regustillo y reducimos. Cuando la cosa empiece a ponerse burbujeante, echamos unos granitos de pimienta para saborizar la mezcla, rociamos con vino (la sartén y el vaso) y vamos removiendo hasta que la salsa coja la textura deseada. Una vez llegados a ese punto, es menester hacer la cata por si el alcohol no se ha consumido del todo y continuar con el fogueo en tal caso.
Para terminar la broma, sólo queda rociar los medallones doraditos con la salsa, mezclar con el arroz y gozarlo a lo más grande.
Damas y caballeros, ¡que aproveche!
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Sí, la foto da pena, ¿y qué? |