Estas albóndigas son similares a todas las demás pero hay tres detalles que para mi las convierten en algo diferente: (i) no llevan ajo en la masa de carne, eso hace que los demás sabores se perciban con más nitidez. (ii) llevan Jerez en vez del vino blanco habitual y (iii) además de cebolla llevan puerro y esto se nota en el sabor de la salsa una barbaridad.
Me gustan las albóndigas en cualquier versión, pero esta recetita se merece un aparte. Se pueden acompañar de patatas fritas (mmmmmm) o de arroz blanco y naturalmente con un pan importante, que la salsa se merece un homenaje.
Es sorprendente cómo ha cambiado el panorama gastronómico en los hogares españoles en los últimos cuarenta años. De cuando era pequeña la besamel (o bechamel) sólo la recuerdo en unos huevos en salsa besamel que hacía mi madre, y como base de las croquetas claro, pero entonces no sabía que se llamaba así.
Años más tarde cuando ya tenía doce años pasó una temporada en casa la hija de unos amigos italianos de mis padres, y ahí descubrí la lasaña y los macarrones gratinados con besamel. Probablemente está relacionado con la evolución del horno doméstico, al principio en casa había un horno de gas sólo con llama inferior, con los años el horno de gas ya tenía gratinador.
Ahora casi en cada cocina hay un horno eléctrico y hasta los más básicos gratinan. Hoy la besamel es una salsa fundamental, verduras gratinada con besamel, lasañas o canelones son platos habituales para todos.
Uno de los primeros gratinados que descubrí fue éste de puerros, para mí es un plato muy especial lleno de buenos recuerdos. Además de la calidad de los puerros y los champiñones la diferencia la marca la besamel, cremosa y con un toque de nuez moscada.
Muchas gracias por pasarte a cocinar con nosotros. Esperamos que te haya gustado lo que has leído y que las recetas que pruebes te queden deliciosas.
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