Y para rematar esta racha de guisos y platos de cuchara uno de mis favoritos, el caldo gallego, lo he descubierto hace poquísimo, concretamente el verano pasado durante el camino de Santiago. Siempre recordaré la primera vez que lo probamos, fue en una casa rural y me pusieron una sopera para mí sola, tomé cuatro platos, ¡qué rico! ¡qué sensación de confort, de consuelo, de remedio para el cansancio!
Me encanta y claro, me traje la receta en la maleta y un trozo de unto para pasar el invierno.
Porque el caldo gallego tiene un ingrediente imprescindible, el unto, es un tocino de cerdo enrollado y salado, ahumado en la cocina junto a la chimenea durante meses. El unto aporta un sabor único, yo lo conservo como un tesoro porque además en Madrid no he conseguido encontrarlo, ni tampoco en tiendas online.
Aparte del unto el otro ingrediente estrella es la verdura, puede ser grelos, nabizas, berza o incluso repollo, todas ellas son fuentes muy importantes de calcio y dan un sabor espectacular a mi sopa favorita.
Nunca apreciaremos lo suficiente la riqueza de la cocina española, tantos matices y tanta delicia con ingredientes sencillos y humildes, ojalá nunca se pierda.
Ora ventaja del caldo gallego es que dura bastantes días en la nevera (si dura) y cada día está mejor, yo preparo una olla grande el fin de semana, quien viene a comer se lleva un frasco y repetimos un par de veces por lo menos durante la semana. Digestivo, remineralizante, sabroso, reconstituyente, un puntazo vaya.