Es sorprendente cómo ha cambiado el panorama gastronómico en los hogares españoles en los últimos cuarenta años. De cuando era pequeña la besamel (o bechamel) sólo la recuerdo en unos huevos en salsa besamel que hacía mi madre, y como base de las croquetas claro, pero entonces no sabía que se llamaba así.
Años más tarde cuando ya tenía doce años pasó una temporada en casa la hija de unos amigos italianos de mis padres, y ahí descubrí la lasaña y los macarrones gratinados con besamel. Probablemente está relacionado con la evolución del horno doméstico, al principio en casa había un horno de gas sólo con llama inferior, con los años el horno de gas ya tenía gratinador.
Ahora casi en cada cocina hay un horno eléctrico y hasta los más básicos gratinan. Hoy la besamel es una salsa fundamental, verduras gratinada con besamel, lasañas o canelones son platos habituales para todos.
Uno de los primeros gratinados que descubrí fue éste de puerros, para mí es un plato muy especial lleno de buenos recuerdos. Además de la calidad de los puerros y los champiñones la diferencia la marca la besamel, cremosa y con un toque de nuez moscada.